París.- Alexander Zverev completó un gran partido y se impuso ante Carlos Alcaraz por 6-4, 6-4, 4-6 y 7-6 (7) en tres horas y 18 minutos en lo que es para el alemán una venganza por la final perdida de hace algunas semanas en el Madrid Open a manos del tenista español.
El número 6 del mundo no encontró la manera de contrarrestar el juego del germano, apoyado en un gran servicio, que dominó el partido de principio a fin con un único bache en el final del tercer set, que le permitió al español alargar el duelo.
De esta manera se puso fin a la racha de 14 triunfos consecutivos del español y por tercera vez esta temporada perdió contra un top10, tras haber ganado otros ocho duelos contra rivales de esa clase. Alcaraz no logró mejorar su techo en un Grand Slam y se marcha igualando su actuación del pasado Abierto de Estados Unidos.
Zverev, tercera mejor raqueta del mundo, consiguió una victoria de peso, tras un torneo irregular. Por primera vez, el alemán puede apuntarse un triunfo contra un top10 en un Grand Slam, tras once fracasos.
Alcaraz tuvo uno de esos días en los que no le llegó la inspiración, con su tenis enmarañado, errático, sin brío, sostenido a cuentagotas por algunos de esos golpes imposibles que conectan con la grada, que por si quedaba dudas le ha convertido ya en su niño bonito.
«Yo también tuve miedo», reconoció el alemán, que superó un intento de remontada en el tercer set. No fue suficiente el calor ni los aplausos para hacer descarrilar a un Zverev imperial, asentado en un servicio de fuego que torturó al español, lo colocó al límite en cada instante y lo condujo al error.
Así se escapó el primer set, con 16 errores no forzados y un dominio total del alemán, poco exigido, mucho menos de lo que se presagiaba en la previa del duelo, sobre todo por el precedente de la reciente final de Madrid, donde le pasó por encima.
El segundo parcial no fue diferente, sin soluciones del lado de Alcaraz que, con los brazos en jarra y la mirada en el suelo, movía la cabeza de un lado para otro, como si buscara el genio que le había traído hasta aquí, el brillo que no aparecía en la Chatrier.
Solo al final pareció ver una luz que despertó al público y pareció abrirle el camino hacia la remontada, justo cuando Zverev servía para ponerse dos sets a cero. Tuvo una bola de rotura el español, pero no era el día.
Alcaraz, un atacante obligado a defender, un pez fuera del agua. Tocaba la épica. Aguantar en el duelo para tener una opción, agarrarse a la madera de los grandes campeones, encontrar una palanca con la que hacer dudar al germano.
Misión difícil en la tarde soleada de París, pero todo el mundo conoce el carácter de Zverev. Faltaba su crisis, había que confiar en que el edificio tenía que temblar en algún momento.
Lo hizo en el décimo juego, justo después de haber dejado escapar una bola de rotura. Su servicio bajó una pulgada y Alcaraz lo intuyó, era la señal que buscaba todo el partido. Tocó arrebato la grada y el español alargó el duelo ante las quejas de Zverev por el trato del público que le valieron un abucheo.
La remontada parecía posible, el juego del alemán cayó un poco y la grada sostenía al español, que pese a todo seguía sin encontrar su mejor versión.
«¡Carlos Carlos!», gritaban los espectadores, despertó algo el español pero seguía estrellándose ante el juego de Zverev, que le arrebató el servicio en el noveno, con una doble falta de Alcaraz, y se colocó en situación de servir para ganar.
Ahí apareció la mejor versión de Alcaraz, que recuperó la desventaja y forzó el juego de desempate en el que dispuso de una bola para forzar el quinto, pero la dejó en la red, una buena metáfora de la que fue su partido, que acabó con 56 errores no forzados.
Zverev mantuvo la presión y aunque el español levantó con brío una primera bola de partido, a la segunda dejó escapar su segunda actuación en París.
En su segunda semifinal consecutiva en Roland Garros, Zverev se medirá al ganador del partido entre Novak Djokovic, número 1 del mundo y defensor del título, y Rafael Nadal, que busca su corona 14 en la capital francesa, el partido más repetido de la historia del tenis.
EFE