Madrid.- El Real Madrid completó un nuevo milagro y se clasificó para la final de la Liga de Campeones, en la que se enfrentará al Liverpool, tras imponerse por 3-1 al Manchester City tras una prórroga a la que llegó gracias a dos tantos del brasileño Rodrygo Goes en los compases finales.
No es solo épica. Es corazón, es fe en sus posibilidades hasta el último suspiro. Es fútbol. Es la herencia de un gen único, un ADN especial que se transmite de generación en generación. Sin Casemiro, Kroos ni Modric ya en el campo. Con un puñado de jóvenes sin miedos y a los que no les pesa el escudo, el Real Madrid impuso su historia cuando lo tenía todo perdido. El único equipo del mundo capaz de repetir una remontada en cada eliminatoria hasta la final. Realizando un nuevo giro de tuerca con dos tantos en el tiempo añadido cuando parecía sentenciado.
En una Champions en la que se asomó en varias ocasiones al abismo, Ancelotti sintió que un tanto del City era la sentencia definitiva. En el intercambio de golpes, en la locura del Etihad, nunca vio a su equipo superior. Y se protegió de inicio. Pese a jugar en un Bernabéu encendido como nunca, su plan fue Fede Valverde para llegar con vida al momento decisivo de la eliminatoria, el último cuarto.
Si cada eliminatoria europea se divide en cuatro partes, solo hay un equipo en el mundo al que le sirve ganar una y ser superado en las tres restantes. Se pudo ver ante el PSG, cuando media hora le sirvió para añadir una nueva remontada a la larga lista que da forma a la leyenda. Y ese fue el plan de ‘Carletto’, que plantó un bloque bajo y un excesivo respeto a un City con una identidad definida, con ese inconfundible ‘sello Guardiola’ que tan bien conoce el Bernabéu.
Representa Pep un estilo que suele dañar al Real Madrid y que logró inculcarle al equipo inglés. Lo vivió como futbolista en el Barcelona y lo sembró como técnico en una época difícil de igualar. Desde ahí su reto es ganar la Champions con otro club y, una vez más, se quedó en el camino.
Su City siempre quiso el balón, jugó al ritmo de Bernardo Silva, con dos extremos abiertos para generar espacios a un equipo que corre tras la pelota, con De Bruyne apareciendo al espacio, haciendo sufrir a la espalda de Kroos, y Gabriel Jesus listo para engancharla en cualquier momento. También quiso dominar el ‘otro fútbol’, como ya demostró en el Metropolitano, con sus pérdidas de tiempo para frenar el ímpetu madridista.
A eso quedó reducido el equipo de Ancelotti en el primer acto. Asfixiado en la presión ordenada del City. Con cuatro medios pero ninguno para construir. Atrapados en una telaraña que provocó las continuas pérdidas de los defensas en fase de salida. Solo la velocidad, asociada a la calidad en el regate, de Vinicius.
Sin Benzema en contacto con el balón, el Real Madrid es menos Real Madrid. Aún así, en la Liga de Campeones de su carrera, enganchó dos centros el francés como canto a la esperanza. Ninguno a portería.
Entonado Courtois cuando tras la salida en tromba madridista, el City le metió anestesia al partido hasta que se adueñó de él, forzó al merengue a encerrarse juntando líneas y amenazó con un disparo centrado de De Bruyne, Gabriel Jesus se topó con la inspiración del portero belga y rozó la escuadra en otro disparo repleto de intención.
Para derrotar a ese estilo Guardiola no basta con corazón, que le sobra al Real Madrid, se le debe añadir un fútbol de calidad aderezado con acierto en la definición. Y de eso, que exhibió en el Etihad, careció el equipo de Ancelotti hasta el último suspiro de una segunda parte en la que protagonizó el cambio de identidad esperado.
Había llegado el momento marcado en el plan. Salió del vestuario a morder y en 15 segundos dispuso de la ocasión que marcaría el partido. Carvajal encontró por primera vez un espacio debido al despiste de Cancelo, al centro no llegó el «Gato» y en el segundo palo, solo, con todo para marcar, Vinicius se reencontró con la imagen de su pasado. Golpeó desequilibrado el balón en vez de simplemente colocar la bota para mandarlo a la red con Ederson vencido sin posibilidad de llegar.
Son los contrastes de ‘Vini’, tan valiente para pedir el balón en la siguiente acción y marcharse de todos, con una capacidad única de borrar el error de su cabeza. Le sirvió el gol a Modric con un pase atrás tras atraer a todos los rivales, pero el croata también perdonó tras un mal control. No había acierto, pero el panorama ya había cambiado. El City mascaba el miedo. Había despertado la fiera.
Era el momento de manejar todos los registros, poner freno a las estampidas blancas con pérdidas de tiempo que fueron enfriando el duelo. Fue cuando Ancelotti recurrió a su plan b, como tenía planificado, con la entrada de Rodrygo, mostrando personalidad para sentar a Kroos tras su enfado. El salvador ante el Chelsea, en racha goleadora, dejaría un momento imborrable para el resto de su carrera. Se convertiría en el nuevo Mr. Champions de la Casa Blanca.
Antes, el Real Madrid se tambaleó con el paso al 4-3-3 que le costaba un tanto que parecía decisivo. Bernardo Silva cerraba su lección de clase conduciendo, dividiendo la defensa rival y asistiendo a Mahrez. Al palo del portero, con Courtois venciéndose antes de tiempo, colocó en la escuadra su potente disparo. Un puñal que habría herido de muerte a cualquier equipo menos a uno que jamás se le puede dar por sentenciado hasta que dan los tres pitazos finales.
Cuando parecía que no había espacio para el milagro. Cuando el City se sintió en la final inglesa de París. Cuando parecía que no le afectaba el factor ambiental como al PSG y al Chelsea, contra un Madrid sin sus tres intocables del centro del campo, sustituidos, el merengue exhibió su orgullo hasta el final y levantó la eliminatoria en el tiempo añadido.
Seguía con vida gracias a Mendy, que salvó bajo línea de gol el tanto de Grealish, que hasta perdonó otra clara conjunto local que parecía roto. Solo cogía fuerzas para su último intento. En un minuto mágico Rodrygo lanzó dos zarpazos para la historia, apareciendo con hambre al pase de Benzema y cabeceando a la escuadra un centro de Carvajal.
El equipo de Ancelotti había vuelto a enterrar la inferioridad en una eliminatoria. Nadie del City entendía lo que había ocurrido. Hasta pudo quedar sentenciado antes de la prórroga si Ederson no hubiese evitado el tercero de Rodrygo. En ese escenario ya nadie puede con un Real Madrid sobrado en el físico y con un carácter competitivo inigualable.
La primera ocasión de la prórroga la perdonó Benzema y, en la segunda, fue derribado por un Rubén Dias que llegó tarde y cometió penalti. No perdonó el máximo goleador de la Champions. El milagro se había vuelto realidad.
Guardiola recurrió a Sterling buscando escapar de la pesadilla, pero era el momento de sufrir su propia medicina. El Real Madrid llevó el partido a su terreno, dejó pasar los minutos y Courtois salvó con su habitual parada heróica el tanto, en un remate de Fernandinho solo en el segundo palo, que habría provocado los penaltis. Cuatro años después se reencontrará con el Liverpool en la final de la Liga de Campeones a la cual llegó gracias a las remontadas imposibles.
EFE