Doha.- No duden de Brasil, la pentacampeona ya está aquí. La derrota ante Camerún solo sirvió para espolear a un grupo unido en torno a Tite, un bloque que saltó y vibró con cada gol asestado a la pobre Corea del Sur, maltratada en Catar ante la mejor exhibición de fútbol, aunque solo durara una parte, que se ha visto en estos octavos de final que terminó con un 4-1.
Con la vocecita en la nuca: «Perdiste ante Camerún», los brasileños se rebelaron, destrozaron a Corea del Sur con los goles de Vinícius, Neymar, Richarlison y Lucas Paquetá y mandaron un mensaje: «queremos la sexta estrella».
Los de Tite, que acabó bailando al son de su equipo, despejó todas las dudas de la derrota ante los africanos en apenas media hora. En el vestuario de Brasil tenían claro que la caída era una simple llamada de atención, una forma de quitarse la presión de la primera derrota sin que esta tuviera consecuencias nefastas como en los tres últimos Mundiales. Y respondieron con el fútbol más bonito y vistoso que se ha apreciado en el torneo desde el 7-0 de España a Costa Rica.
Ya se pueden destruir todos los argumentos que apuntan a Tite como un técnico defensivo. Confió en Neymar de titular y lo arropó con la clase de Paquetá, Vinícius, Richarlison, Raphinha y un Casemiro imperial, y Brasil danzó al ritmo de los jugadores más alegres del torneo.
La fiesta, mientras sonaban los tambores coreanos en la grada, la comenzó Raphinha con dos regates en una baldosa; el primero para abrirse hueco y dar continuidad a la jugada, el segundo para desembarazarse del defensa y entrar en el área con espacio por delante.
Su centro raso no lo enganchó Neymar en el punto de penalti, sino que lo frenó Vinícius completamente solo. Pisó la pelota y pareció empantanarse. Todo lo contrario. Con calma, mientras los defensas trataban de parar el tiempo encimándole, acomodó la pelota con el interior en un ángulo. Un golazo impensable para él hace no tanto.
Brasil había desatascado cualquier duda de partido cerrado y los goles empezaron a llegar sin grifo. Ayudados por una defensa endeble de los coreanos, que se deshincharon como si su trabajo, estando en octavos, ya estuviera hecho.
Para el 2-0, Jung se llevó por delante a Richarlison, lo atropelló dentro del área y posibilitó que Raphinha le cediera el penalti a Neymar con un abrazo. El ’10’, tras una carrera interminable y un juego mental con el portero, definió con la sangre fría de quien se sabe el mejor y se quedó a un tanto de igualar a Pelé.
En ese punto ya había aroma de goleada. No en vano, hace cinco meses, Brasil ya le metió cinco a este mismo equipo.
Era cuestión de puntería, aunque Brasil confiaba más en la magia. Para prueba, el tercero, nacido de cuatro toques, sí, cuatro, de cabeza de Richarlison a 25 metros del área. Bajó la pelota tras la cabriola y abrió una combinación al primer toque con Marquinhos y Thiago Silva. Este último, con un pase de mediapunta, de esa figura en peligro de extinción, le dejó en boca de gol.
Corea, ya noqueada, aún tuvo que sufrir antes del descanso la volea con rabia de Paquetá. Se la sirvió Vinícius, que buscaba con su pase a Neymar, pero se encontró con la irrupción de la diestra del jugador del West Ham.
Si el partido no cogió tintes de goleada histórica fue porque Seung-gyu Kim, el portero coreano, comenzó a sacarlo todo, especialmente tres paradones a Raphinha y Richarlison en el mano a mano.
Con una clara mejoría en la segunda parte, unida a las rotaciones y la poca necesidad de apretar de los brasileños, llegó el gol del honor de los coreanos. Un disparo desde fuera del área de Paik Seung-Ho que tocó en un defensa y se coló junto al palo.
Gol que los surcoreanos celebraron como el de una final, pero que no cambió nada. Tite estaba tan tranquilo que hasta metió al tercer portero para que disfrutase del Mundial.
Brasil avanza a cuartos y emplaza un enfrentamiento con Croacia por las semifinales. Será el tercer choque en los Mundiales entre estas dos selecciones, todos en fase de grupos, todos con victoria de Brasil.
EFE