PARÍS.- París puso este domingo el broche final a unos exitosos Juegos Paralímpicos con un espectáculo de luz y color, pasada por agua, en la que Jean-Michel Jarre fue el encargado de dirigir una fiesta de música electrónica con 23 artistas sobre el escenario y en la que previamente hubo momentos de recuerdo a través de sus canciones a mitos como Charles Aznavour o Johnny Hallyday, el gran rockero francés que siete años después de su fallecimiento sigue en el imaginario colectivo del país.
Francia escribió un nuevo capítulo en la historia de los Juegos Paralímpicos con una ceremonia de inauguración fuera del estadio, en la icónica Plaza de la Concordia, con un pebetero en un globo aerostático, con sedes de competición en algunos de los lugares más importantes de la ciudad como la Torre Eiffel o los Inválidos y con un público volcado que llenó casi todos los recintos deportivos con 2,5 millones de entradas vendidas.
Todos esos momentos que ya forman parte de la historia de los Juegos concluyeron en el Estadio de Francia, dónde se celebró la ceremonia de clausura, ideada por Thomas Jolly como una fiesta de color y, sobre todo, música electrónica.
La ceremonia contó con la presencia de 167 delegaciones, más de 5.800 deportistas, 1.900 proyectores y 64.000 espectadores en las gradas. Todos ellos disfrutando de una gala que comenzó con la cantante francesa Santa cantando ‘Vivre’, una de las canciones más recordadas del ídolo y rockero francés Johnny Hallyday, fallecido en 2017.
Ese inicio apoteósico no eclipsó lo que vino después, otro de los grandes momentos de la ceremonia, cuando la bandera francesa se izó al son de La Marsellesa, interpretada por un trompetista discapacitado, André Feydy. El público cantó el himno nacional y sus voces dieron paso al desfile de todas las delegaciones por el estadio a ritmo de canciones como el ‘I will survive’ de Gloria Gaynor en versión instrumental, el ‘Voyage, voyage’ de Desireless o el ‘Emmenez-moi’ de Charles Aznavour.
Discurso
Tras el desfile llegó el turno de los discursos institucionales, que comenzaron con el de Tony Estanguet, presidente del Comité Organizador París 2024.
«Queridos amantes de los Juegos, en la vida hay encuentros que nos tocan, encuentros que nos transforman y eso nos hace mejores personas. Los Juegos que hemos vivido juntos han sido sobre deporte y han sido sobre récords pero, sobre todo, ha sido una historia de encuentros. De esos encuentros extraordinarios que dejan una huella permanente«, dijo.
Posteriormente, el brasileño Andrew Parsons, presidente del Comité Paralímpico Internacional, elogió la organización de los Juegos de París, de los que dijo que han celebrado el «inicio de la revolución de la inclusión y terminan como una referencia» para las ediciones del futuro, la más próxima la de Los Ángeles en 2028.
«Ponemos punto y final a los Juegos Paralímpicos de París, que batieron récords con más países en competición, más mujeres y una cobertura más global que nunca. París ha establecido un punto de referencia para todos los Juegos Paralímpicos futuros«, dijo.
Tras los discursos, volvió a aparecer en el imaginario colectivo del público francés la figura de Johnny Hallyday, del que pusieron por megafonía su mítico ‘Que je t’aime’, con arreglos de Víctor Le Masne.
Para la despedida final, los organizadores prepararon una fiesta de música electrónica, un estilo que llegó a Francia en 1928 con los tubos radiales de Maurice Martenot y cuyo ‘padre’ en la época contemporánea está considerado Jean-Michel Jarre, que fue el encargado de dirigir a 23 artistas desde el centro del escenario.
El DJ francés, que ha vendido 85 millones de discos con sus veintidós discos, hizo las delicias del público, que no dejó de bailar al ritmo de sus temas más clásicos, aquellos que en los años ochenta y noventa inundaron las discotecas, los anuncios de televisión y las radiofórmulas.
Junto a él fueron apareciendo ilustres de la música electrónica francesa como Alan Braxe, Agoria, Anetha, Boston Bun, Éttiene de Crécy, Kavinsky, Martin Solveig o Tatyana Jane, que dieron ritmo y luz a una velada que también tuvo su réplica en las gradas con las pulseras de colores que dieron a la entrada del estadio o con los cañones de fuego situados alrededor del escenario.
Ese fue el colofón a una fiesta de luz y color que sirvió para bajar el telón de los Juegos Paralímpicos de París, unos Juegos difíciles de olvidar y que, tras la pandemia que marcó los de Tokio, volvieron a dar brillo a un movimiento imparable, el del deporte de las personas con discapacidad.
EFE