martes, mayo 13, 2025
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José «Pepe» Mujica: Un hombre liviano de equipaje pero cargado de utopías

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MONTEVIDEO.- Liviano de equipaje, José Mujica no carga a su partida con un peso vital medido en kilos sino en utopías: aquellas por las que luchó y resistió años de tortura y encierro para luego convertirse en un presidente tan único como popular en todo el mundo.

José Alberto ‘Pepe’ Mujica Cordano nació en la casa familiar de sus padres, Demetrio Mujica y Lucy Cordano, en el periférico barrio Paso de la Arena de Montevideo el 20 de mayo de 1934, aunque fue inscrito un año más tarde.

Fresca niñez, rebelde juventud

La temprana muerte de su padre, cuando rondaba los seis años, llevó a que su madre quedara a cargo de Pepe y de su hermana María, seis años menor. De su madre y su abuelo Cordano, con quien compartió vacaciones cerca del río Uruguay, aprendió pronto a cultivar las flores que luego vendía.

De ascendencia vasca por línea paterna e italiana por línea materna, sus dos abuelos y sus padres compartían una marcada afiliación política al Partido Nacional (PN).

La militancia de su madre, que incluso lo llevó de niño a la casa del líder blanco -del PN- Luis Alberto de Herrera, influyó en su acercamiento a la política de la mano del diputado Enrique Erro; así empezó a militar en el partido del que décadas después sería firme opositor.

En 1960, en pleno auge del marxismo-leninismo, viajó como delegado de Erro a Cuba, la Unión Soviética y China, donde vio ese modelo en práctica. En 1962 ambos dejaron el PN y crearon la agrupación Unión Popular, que fracasó en los comicios. Sin embargo, abonado de a poco, el utopismo de la izquierda crecía dentro de él.

Carcomido de rejas

El secretismo y la confluencia de varios grupos en su génesis dificultan saber cuándo sucedió su adhesión al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T).

En ese grupo de guerrilla armada, influido por la Revolución Cubana que se enfrentó al poder en los años sesenta, encontró un camino para intentar transformar un Uruguay que arrastraba crisis desde los cincuenta y en el que cobraba fuerza el autoritarismo.

Robos de banco, secuestros y una ‘cárcel del pueblo’ para los acusados de torturar o asesinar a militantes de izquierda fueron acciones que ejercieron en la época en que Mujica conoció a la compañera que recién en 2005 sería su esposa, Lucía Topolansky.

En 1964 fue detenido por primera vez tras un fallido asalto y después pasó a la clandestinidad con el alias ‘Facundo’. En un enfrentamiento le dieron seis balazos y, por uno de estos, le debieron extirpar medio pulmón.

Junto a otros 105 presos, logró escapar en 1971 del Penal de Punta Carretas en una célebre fuga por túnel y, recapturado, volvió a fugarse. Su última prisión fue la más dura: la perpetua tortura enloquecedora del encierro en calabozos que se extendió desde 1972 hasta culminada la dictadura en 1985 y le dejó el cerebro «carcomido de rejas».

A dos días de su liberación dio un discurso en un acto del MLN-T donde dijo que esa organización nació como una «gigantesca emoción» para «luchar por la igualdad y por el sueño de un hombre, si no nuevo, algo mejor» y, poniendo paños fríos al sueño, remarcó que «lo esencial» siempre fue su aporte a «la colmena» de la izquierda.

Liviano de equipaje

Así se abría paso hacia la política representativa quien cofundó en 1989 el -adherido a la coalición Frente Amplio creada en 1971- Movimiento de Participación Popular y fue el primer tupamaro electo diputado en 1994.

Senador desde 1999 y ministro de Ganadería del primer mandato de Tabaré Vázquez (2005-2010 y 2015-2020), iba de su chacra -finca- al Parlamento en moto con Topolansky y su fuerte carácter, verborragia y don de gentes lo subieron a una escalera que no paró de anexarse escalones. La popularidad solo aumentaba y, en 2009, llegaría el escalón mayor: la presidencia.

Sus salidas en su Fusca celeste, su entrañable perra de tres patas, su negación a usar corbata o vivir en la residencia presidencial y su decisión de donar la mitad del sueldo a un programa de vivienda acapararon miradas ya no sólo de su país sino del mundo.

Así, a la par de un mandato en que impulsó leyes progresistas insignia como las del aborto, la regulación del cannabis y el matrimonio entre personas del mismo sexo y de un imborrable discurso ante las Naciones Unidas, trascendió en medios internacionales como «el presidente más pobre del mundo» y fue consolidando, en discursos y entrevistas, su filosofía y su porte de «viejo sabio de la tribu».

«Yo no soy pobre, pobres son los que quieren más» y “o logras ser feliz con poco y liviano de equipaje, porque la felicidad está adentro tuyo, o  no logras nada» dijo sobre una filosofía compartida con Séneca, Epicuro y los aimaras quien dejó el Senado en 2020 pero siguió militando aún tras su diagnóstico de cáncer de esófago tratado en 2024.

Antes de dejar el plano terrenal con una valija liviana, pero cargada de luchas y, sobre todo, de utopías, como aquellas que una y otra vez evocó, de una sociedad menos superflua, una América menos desigual o ¿por qué no? la mayor de todas, esa de un mundo mejor.

EFE

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