EDIMBURGO.- Reconocible por su peculiar dicción y su origen ancestral, el lenguaje gaélico es uno de los tres idiomas oficiales de Escocia.
Tras ser predominante en su día llegó a ser considerado la principal causa del incivismo en su población, por lo que debía ser eliminado hasta causar hoy casi su extinción.
De ser idioma de la Corte Real a la «marginalidad económica y social” en los últimos compases de la Edad Media, y después a convertirse en el “lenguaje del noroeste”, explica a EFE el lingüista Wilson McLeod, jefe investigador de Estudios escoceses de la Universidad de Edimburgo.
Ese reducto geográfico se mantiene hoy, pues gran parte de sus apenas 60.000 hablantes (un 1 % de la población escocesa) viven en las Tierras Altas («Highlands»), región que padeció unos siglos XVII y XVIII turbulentos.
Las «batallas relacionadas con la monarquía” junto a una “transformación económica enorme y la inmigración forzada” marcaron el devenir del idioma en aquella época, ilustra el profesor.
La legislación de entonces, de corte reformista, apostaba por su “establecimiento universal” y definió el gaélico como “principal causa de la barbarie -en las islas escocesas y las Tierras Altas- y necesitaba ser eliminado”, explica el académico.
UN APEGO REAL
Frente a su aparente aversión pública, la realeza desarrolló un íntimo apego al idioma. La legendaria reina Victoria (1837-1901), desvela McLeod, “tuvo fuerte interés en él, tenía sus diarios traducidos al gaélico”.
Su marido, el príncipe Alberto, compartía afición y ambos empujaron a su hijo Eduardo VII (1901-1910), primero de la casa Windsor y sucesor de Victoria, al estudio del idioma desde niño.
Desde entonces la familia real mantiene lazos con la lengua. El ahora rey Carlos III le profesa un afecto especial: cuando era príncipe de Gales, dice el profesor, “pasó tiempo en la isla de Berneray, una de las islas occidentales escocesas con mayor uso del gaélico, donde lo aprendió”.
“Es interesante ver cómo el gaélico no es visto como amenaza a la monarquía”, observa el lingüista.
Lejos de los ostentosos salones victorianos, en la cotidianidad escocesa, desde la década de los ochenta existe un resurgir educativo del gaélico en la región.
“Aún queda mucho trabajo por hacer si queremos que el gaélico sobreviva los próximos cincuenta o cien años”, reconoce MacLeod, que insta a un esfuerzo de toda la sociedad, no solo de las organizaciones.
EFE