FORT PIERCE.- Con chillidos, saltos y golpes reciben los chimpancés de la reserva de la organización Save the Chimps en Florida a quienes los visitan por Navidad, una de las dos únicas veces al año en que se altera la quietud del lugar donde se recuperan de traumas pasados.
En el mejor de los casos, los 227 chimpancés que habitan en esta reserva, una de las mayores del mundo dedicadas a unos primates cuyo ADN coincide en un 98,6 % con el de los humanos, fueron mascotas.
La mayoría proviene de laboratorios donde usan a estos animales para probar medicamentos y tratamientos dirigidos a cuidar la salud de los humanos o de la industria del entretenimiento.
Amy Álvarez, de origen cubano, lleva año y medio trabajando en la reserva, fundada por la primatóloga Carole Noon en 1997 y situada en una finca de 60,7 hectáreas situada cerca de la localidad de Fort Pierce, distante 205 kilómetros de Miami.
Según cuenta a EFE durante la visita navideña, conoce bien las secuelas que la «mala vida» en laboratorios y sets de filmación ha dejado en muchos de los chimpancés a los que cuida.
UNA FIESTA NAVIDEÑA DE CHIMPANCÉS
Hoy es un día grande porque las puertas están abiertas a un número acotado de visitantes para que presencien las fiestas navideñas que se organizan en algunas de las doce islas artificiales donde viven los chimpancés, salvo los que están en periodo de adaptación o presentan problemas de algún tipo.
Estos últimos permanecen temporalmente en grandes jaulas metálicas, dotadas de diversiones como una hamaca y un espejo.
«Son unos de los pocos animales que tienen conciencia de sí mismos. Cuando se miran en el espejo se tocan la cara y los dientes como para recordar sus formas», dice.
Muchas personas mayores, armadas de binoculares, pues en ningún momento el visitante está cerca de los animales, acuden a la cita navideña en la reserva y para la mayoría no es la primera vez, según constata EFE.
Los reincidentes conocen los nombres de los chimpancés y algunos hasta los reconocen cuando observan con los binoculares cómo se divierten con los regalos y adornos de Navidad colocados en la parte de las islas donde se erigen estructuras de madera, algunas de hasta tres pisos, para que puedan jugar como lo harían en la selva.
Se nota quienes son los que visitan por primera vez la reserva porque preguntan mucho a los voluntarios de Save the Chimps, los cuales reparten entre los visitantes hojas plastificadas en las que están impresas las fotografías y nombres de los chimpancés que habitan la isla donde se celebra la fiesta, rodeada, como todas, de canales.
Los chimpancés no pueden nadar y tienen mucho miedo al agua, dice Álvarez, cuando explica que los canales sirven para evitar que se escapen del lugar donde viven libremente, que cuenta con un refugio para cuando no quieren estar al aire libre.
En cada isla vive una «familia» de chimpancés, lo que significa que hay doce grupos en la reserva y no se mezclan entre si. Las familias no son de sangre, sino creadas por los especialistas en razón de diversos criterios.
Álvarez explica a EFE que hay chimpancés que son hermanos pero cuando se ven por primera vez no demuestran emoción alguna.
Sin embargo, sí ha visto dar muestras de reconocerse a dos chimpancés que estuvieron juntos en un laboratorio.
«Tienen muy buena memoria, para lo bueno y para lo malo», dice.
LOS CHIMPANCÉS PINTORES
Dentro de los chimpancés de la reserva las «estrellas», como queda demostrado en la tienda de esta entidad que se sostiene con donaciones y sin ayuda del Gobierno, son los pintores.
En la pasada Semana del Arte de Miami, Save the Chimps presentó una exposición de 15 obras realizadas por diez chimpancés que mostraron interés por la pintura cuando se les facilitó telas y pinturas como parte de un programa de la reserva.
Dan Mathews, director de Eventos de Save the Chimps, dice a EFE que se vendieron seis obras a 5.000 dólares cada una.
La cantante Pink fue una de las compradoras, agrega el directivo, que consideró un «éxito» la iniciativa.
Algunas de las pinturas abstractas en acrílico cuelgan en un lugar destacado de la tienda junto a la fotografía de sus autores, Dylan, Sophie o Lili Minie.
Esta última chimpancé pintora fue mascota de una familia antes de llegar a la reserva y, según Álvarez, es la que con más soltura y delicadeza toma los pinceles, precisamente porque vivió tiempo interactuando con humanos.
Cuando se le pregunta a Álvarez cuál es la cosa «más humana» que ha visto hacer a uno de los chimpancés a su cuidado dice que vio a uno limpiar con un cepillo los bancos y el suelo del refugio, imitando lo que hacen los cuidadores.
Los chimpancés machos de la reserva están todos esterilizados por lo que ya no nacen crías y, aunque el sexo es algo que practican con frecuencia, su gran diversión y podría decirse deporte es lanzar sus propios excrementos a los humanos que tienen a su alrededor, dice Álvarez, que ya está acostumbrada a servir de blanco.
EFE